El mundo y la sociedad están cambiando. Cuidar la salud del planeta se ha convertido en una necesidad creciente no sólo para los gobiernos, sino también para los ciudadanos. Como consecuencia, esta conciencia medioambiental está influyendo cada vez más en el comportamiento de ahorradores e inversores y, por ello, está cambiando la forma de gestionar dichos ahorros e inversiones.
El primer cambio es un nuevo enfoque por parte de los gestores en la selección de activos elegibles para invertir. Tanto los inversores particulares (individuos, instituciones, etc.) como los profesionales (gestores de fondos de inversión y de pensiones, de compañías de seguros, de carteras, etc.) están incorporando cada vez más el factor ESG a la hora de seleccionar activos que, además de aportar rentabilidad, favorezcan al medio ambiente, la sociedad, o las empresas.
El segundo cambio, provocado por una enorme y creciente demanda de inversiones con impronta sostenible, es la creación de nuevos productos y vehículos de inversión con enfoque ESG, y la adaptación de los existentes al nuevo escenario de sostenibilidad.
Fuerte aumento de AUM
Los datos son indiscutibles: según Morningstar (www.morningstar.com, Informe European ESG Fund Landscape 2020), el patrimonio de esta clase de fondos de inversión en Europa aumentó un 52% en 2020, hasta 1,1 billones de euros, en contraste con el crecimiento de apenas el 3% de todo el universo de fondos. A su vez, y como botón de muestra, los flujos a fondos de renta variable con sello ESG en el último trimestre del 2020 fueron un 45% de todos los flujos destinados a fondos de acciones.
Evolución activos en fondos europeos ESG frente a no ESG
También JPMorgan (www.jpmorgan.com) acredita que la expansión acelerada de los activos de fondos cotizados climáticos en Europa los ha situado en niveles de patrimonio nunca vistos.
Universo decreciente
Si el volumen destinado a estos productos crece tan rápido, ¿hay suficientes empresas con el sello ESG para invertir? Esta es la pregunta que intentan responder los expertos de MSCI ( www.msci.com) en su informe “2021 ESG Trends to Watch”. Según dicho informe, aquellas compañías que no realicen cambios radicales para reducir sus emisiones de gases efecto invernadero no podrán ser calificadas con el sello ESG y, en consecuencia, dejarán de ser elegibles por los inversores. Es decir, el número de oportunidades de inversión en el universo ESG será cada vez menor.
Una situación paradójica que hace cada vez más difícil construir una cartera ESG para el largo plazo con nuevas compañías. Para afrontar esta situación, desde MSCI ven dos opciones
- Mayor concentración en la selección de activos. El número de empresas alineadas con el objetivo climático del acuerdo de París se irá reduciendo un 5% anual entre 2020 y 2030, lo que podría dejar un universo elegible ESG de alrededor del 32% de las empresas originales, que representan el 40% de la capitalización total de las compañías cotizadas en el mundo.
- Ampliar el universo de activos a través de la inversión en activos no cotizados, por ejemplo Private Equity, como de hecho ya hacen algunas compañías de seguros y fondos de pensiones (el fondo australiano IFM, de moda en España por la OPA sobre Naturgy, se está convirtiendo en un actor relevante).
¿Hay burbuja en los precios?
La primera pregunta que plantea este escenario es sencilla. Si el volumen a invertir es cada vez mayor, y el universo de activos ESG se reduce progresivamente, ¿nos podemos encontrar con un riesgo de sobrevaloración? O, dicho de otra forma, ¿existen activos ESG que no corran este riesgo?
Para resolver ambos interrogantes, podemos hacerlo desde dos enfoques, uno a corto plazo, y otro de largo plazo.
En el corto plazo, una pequeña muestra del mercado español nos sirve: basta con visualizar el rally de las compañías de energías renovables que cotizan en la Bolsa española en 2020, y su evolución hasta algo más de mediados de febrero 2021(en 2020, el IBEX35 se depreció un 15,45%). Como se puede observar en el cuadro siguiente (fuente: www.investing.com), todo apunta a que se dan las condiciones propicias para un riesgo de sobrevaloración en el corto plazo, como de hecho algunas casas de análisis ya están advirtiendo.
En el largo plazo, el estudio de MSCI es muy interesante. Analizan desde 2013 a 2020 la evolución de las 3.200 compañías que constituyen el MSCI ACWI Index, clasificándolas en tres grupos según su rating ESG. Según este análisis, siendo cierto que las compañías con sello ESG han proporcionado un rendimiento superior, éste no se ha producido por la mayor prima que los inversores habrían estado dispuestos a pagar al haberse puesto de moda esta clase de compañías. Al contrario, su mejor comportamiento se debe a que las compañías con mayor calificación en el ranking ESG, han logrado mayores beneficios frente a las de menor calificación, y además se han aprovechado de sus propias políticas de reinversión de dividendos y recompra de acciones.
En conclusión, la inversión en compañías con sello ESG en el largo plazo, sigue siendo una estrategia con elevado potencial de rentabilidades positivas, aunque es bien cierto que el inversor debe estar atento a las valoraciones y al momentum.
Activos ESG no cotizados
Para cumplir los objetivos de los acuerdos internacionales para la lucha contra el cambio climático -París, Principios de Inversión Responsable de las Naciones Unidas…- tanto los gobiernos como los bancos centrales van a cooperar de un modo intenso. No sólo a través de cambios regulatorios ya en marcha, sino sobre todo por el enorme volumen de inversiones que se van a realizar de aquí a 2030/2050 para reducir las emisiones de gases invernadero a niveles compatibles con el Acuerdo de París
Este enorme volumen de inversión se focalizará en proyectos e infraestructuras necesarios para hacer realidad los objetivos climáticos. Desde tecnología para motores eléctricos; parques fotovoltaicos y solares; nuevos componentes no contaminantes en los medios de transporte; tecnología para eliminar el CO2 existente en la atmósfera; y muchos otros.
Todos estos proyectos los financiarán tanto las grandes compañías energéticas, como los fondos de inversión, fondos de pensiones, compañías de seguros, clientes HNW y UHNW en la Banca Privada, inversores institucionales… Las encuestas de entidades financieras internacionales (BNP Paribas, Blackrock) ponen de manifiesto la enorme capacidad de captación de ahorro para este fin, en cualquiera de sus modalidades.
Por lo que una forma eficiente de canalizar este inmenso flujo de inversiones en infraestructuras para la lucha contra el cambio climático, evitando el riesgo de sobrevaloración de los activos -y volatilidad- pueden ser los activos no cotizados. Compañías de private equity, y otras, que por ejemplo invierten directamente en activos de energías renovables que generan electricidad de forma limpia, que posteriormente se comercializa en el mercado obteniendo sus correspondientes rendimientos.
De acuerdo con Natixis Investment Managers (www.im.natixis.com), este nuevo enfoque inversor aporta una serie de ventajas cualitativas, tales como
- Diversificación (búsqueda de activos descorrelacionados con los mercados de capitales)
- Rentabilidad extra: exceso de retorno sobre los activos cotizados como consecuencia de la remuneración por la prima de iliquidez
- Generación de cash flows recurrentes (obtención de rentas)
- Reducción potencial de impactos en valoración, ya que la presencia de activos privados reduce la volatilidad diaria en las valoraciones de las carteras
En definitiva, las expectativas para la inversión sostenible son cada vez más favorables a largo plazo, y refuerzan su interés para los inversores de todo tipo. Los inversores tienen a su disposición un universo de activos cada vez mayor, o bien vía inversión directa en compañías cotizadas, o bien a través de fondos de inversión, y activos no cotizados, o activos reales, que pueden generar rendimientos elevados y sostenidos en el largo plazo.
Autores
Manuel Ferrer
Senior Advisor InverComunicación
Javier Ferrer
Director InverComunicación
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